Carlos Alsina

 

Estudios sobre su obra

 

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Limpieza

Juan Antonio Tríbulo

 

Limpieza es un texto de situaciones. La acción comienza con diez mendigos, disminuidos, dementes y lisiados, dos de ellos mujeres, acurrucados en medio del campo, con los ojos vendados. Acaban de ser desembarcados de un helicóptero que se escucha partir. La fuerza represora, que ha cumplido el mandato superior, y que finalmente terminará aniquilando al grupo con ráfagas de metralla, no aparecerá en escena sino corno voces y sonidos en off. No se trata de una reconstrucción histórica, ya que los mendigos arrojados fuera de la provincia fueron llevados en camión y restituidos en avión; y la masacre final, es solo un recurso poético de Alsina, que potencia lo irracional de la anécdota y golpea al lector-espectador con preguntas. Tampoco se hace mención al lugar ni al tiempo en que sucede, salvo que “se espera al Presidente de la Nacionargentina” (como si fuera una sola palabra); y que “ahora están los milico y cuando están los milico no se puede votar”. Sin embargo cuando se refieren al lugar donde habitualmente mendigan aparecen datos concretos como “Plaza Independencia”, “estatua de la libertad” (de Lola Mora) o “bar Colón”.

Los personajes hablan el idiolecto correspondiente a su condición de marginados, promiscuos y analfabetos, cargado de humor corrosivo. Unos asumen la situación con resignación, otros sin conciencia real de lo que les sucede, lo que permite que emerja Pacheco como un líder natural. El más esclarecido propone caminar en busca de ayuda. El grupo se relaciona a través de la ironía, la agresión y hasta la violencia. Inventan juegos como “si yo fuera presidente” o toman vino y preparan un asado con elementos imaginarios, para evitar caer en la angustia a la que llegarán cuando sean perseguidos por las fuerzas represoras. La metralla termina con dos de los mendigos. La amenaza de aniquilamiento acelera el liderazgo de Pacheco. Ordena esconderse y no responder al llamado del helicóptero que ofrece llevarlos de vuelta a casa. Otro mendigo desobedece esa orden entonces Pacheco lo mata a golpes y alerta a los otros: “No sean pelotudos, nos quieren dividir, quieren que se peliemo entre nosotro...” La cadena de muertes continúa con el propio Pacheco, a manos de otros tres compañeros, que a su vez sucumbirán bajo la metralla final.

La metáfora que logra Alsina supera el hecho puntual. Se convierte en profunda reflexión sobre la condición humana.

 

MANIX: (Se saca el antifaz de papel de diario que cubre su rostro) Hace rato que estoy herido, rengo. Desde que i'nacido me han herido y nunca me ha dejao de doler. La gente piensa que los enfermos somos estúpido. No es cierto! Tenimo bofe adentro corno cualquiera, que no?

PACHECO: Sabí lo que pasa? que nosotro pa' la gente somo pior que animale, porque si encuentran un perro timo en la calle lo levantan y lo llevan pa' la casa, pero a nosotro...

 

La intertextualidad temporoespacial de Ladran, Che podemos encontrarla en Huis dos (A puerta cerrada) de Jean-Paul Sartre. Se separa de ésta por su final esperanzado, en el que don Quijote y el Che logran romper el círculo infinito de repeticiones en el que se encuentran encerrados después de muertos. Los personajes mantienen -aproximadamente- su personalidad, sus costumbres, sus ideales y su lenguaje. “El camarero” de Sartre es “Ella” en la obra de Alsina, una joven sin expresión en el rostro, sin texto, que cumple sus acciones -hasta su rol de rehen, en un momento de aparente cambio de la secuencia cíclica de acciones- sin la menor emoción. Como una autómata trae los elementos que necesitan los personajes, el mate, la mochila, la inyección para mitigar el asma del Che o la espada, los cueros de vino o las piezas de ajedrez para don Quijote. Las diferencias de puntos de vista de los protagonistas se ponen de manifiesto a lo largo del primer acto, para coincidir sobre el final, cuando deciden emprender juntos un viaje “cuyo único dogma sea la improvisación”. Don Quijote llama a su Rocinante y Ella trae “La Poderosa II”, la moto de los viajes del Che. El desperfecto de la moto, que impide ponerla en marcha, es parte de la secuencia de repeticiones. El segundo acto desarrollará todas las posibilidades de arreglo por parte del Che. Don Quijote propondrá “sanarlo con el bálsamo de Fierabrás” (aceite, vino, sal y romero). Ella, cambia su función: de ayudante de los protagonistas a oponente de sus planes de partir. En realidad muestra su verdadera función: es ayudante del sistema en que se encuentran anclados para siempre don Quijote y el Che. Hasta el aparente rapto de Ella por parte del Che, para negociar: -“La cambiaremos por nuestro viaje.”- es parte del eterno retomo.

 

DON QUIJOTE: Siempre ocurre lo mismo: nadie viene. Entonces no hay otra salida que soltarla, después nos reconciliamos y todo vuelve a comenzar: el juego de ajedrez, el rey de negra capa, las cartas que llegan, las estratagemas para conseguir lo necesario para la fuga, Rocinante que no camina, tomarla como rehén... en fin, lo de siempre. Sólo ella y nosotros aquí sin poder salir de este lugar.

 

Como los personajes de “El ángel exterminador” de Buñuel comienzan a preguntarse por qué no pueden salir del encierro.

 

CHE: Primero creía que porque los dos soñábamos, cada uno a su manera, pero en definitiva, luchábamos por concretizar nuestros sueños. Luego pensé que no era ese el motivo, sino porque los dos somos testarudos, nada más. Ahora te confieso que ya no sé.

DON QUIJOTE: Aquí solo he llegado a ser el desfacedor de entuertos y el símbolo de la utopía...

CHE: Es la utopía la que te salvó del olvido, gallego, no reniegues de ella...

DON QUIJOTE: Todo se repite hasta el infinito. Aquí siempre seremos: tú, el eterno testarudo insatisfecho, y yo, el ingenioso hidalgo y sus locuras, los que arremetemos contra esa oscuridad que nos circunda y que no sabernos adónde ni cuando finaliza.

 

Encuentran la posibilidad de romper el círculo de repeticiones, cuando intentan escapar de sus propios mitos. Darán batalla de una manera diferente de la que conocen. Invierten el tablero y juegan con los colores cambiados, por primera vez. No aceptan el rey de repuesto cuando llegan al jaque mate y comienzan a despojarse de sus atributos: las botas, el peto de la armadura, la chaqueta; se toman el vino de los cueros que debe perforar don Quijote; y dejan hasta las armas, espada y ametralladora. “Ahora será cuestión de encontrar otras nuevas.”, dice el Che. Con la nueva estrategia logran poner en marcha la moto sobre la que parten los dos.